su nombre era de un exquisito griego,pero pronunciado con el esforzoso francés del corazon,Aline.
Aline consagraba mi unica verdad,pero ella insistía en que a su nombre le faltaba el toque artístico de la larga asonancia... y por eso no estaba conforme ni con su propio nombre.
Esa era el alma perfeccionista y esquinada en complejos que consagraba mi completa idolatría ¿y que mas necesita un nombre sino esas vocales de fresco aliento y delicioso pronunciar? ¡Aline! ¡Aline!, atrona en mi memoria, atrona en mi imaginación.
Aunque siendo su etimología el reflejo involuntario de su propia actitud exigente, Aline nunca lo fue conmigo como lo era con ella misma; me veía en el pedestal de lo impecable, pero yo, entendía que a pesar de todo aquello, no era merecedor de ese amor consustancial que me daba, era difícil de comprender el cómo llegué a este puesto tan importante en su vida.
Su inteligencia era extraña,o mas bien, para evitar la relación con cosas mórbidas, le diré peculiar. No solo por las conjeturas que hacia de las cosas que comíamos, o lo que veíamos, sino porque era muy cambiante y se centraba en cosas que no tenían nada que ver unas con otras... y su cabeza, llena de tantas y distintas cuestiones y preguntas, se atoraba y llegaba al irritante olvido, límite de su frustración por saberlo todo.
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